Una apasionante investigación judicial que no tiene nada de investigación y mucho menos de judicial.
Al señor Cosme Fulanito se lo acusa de 50 homicidios. La denuncia
contra Cosme Fulanito empieza con una auditoria que hace el Registro
Nacional de las Personas. Lo sorpresivo es que las cinco personas que
son auditadas por el registro, resultan estar vivas. Todo un problema
para la acusación.
Mientras tanto Clarín y La Nación aseguran que las
50 personas están muertas. Incluso un programa líder de investigación
periodística hace un gran programa señalando que una de esas cinco
personas solía ir habitualmente a cierto café. Y que hace varios meses
que no se lo ve tomar cafés en ese lugar.
La conclusión es evidente: la
persona está muerta. Sino seguiría yendo al bar que le gusta a tomar
café. El conmovedor relato del dueño del bar, declarando que extraña
horrores a su otrora cliente habitual, impacta fuertemente en la
conciencia de una parte de la sociedad. Que se horroriza con la ausencia
de varios meses del señor que siempre iba a ese bar. Claramente si dejó
de ir a ese café, solo cabe concluir que está muerto.
Los abogados de Cosme Fulanito le piden al juez que investiga la
denuncia por homicidio de 50 personas, que por favor requiera al
Registro Civil los certificados de defunción de las 50 personas que
supuestamente había asesinado Don Cosme. El juez contesta que si tiene
que pedir los 50 certificados de defunción, dado que algunas de esas
personas vivían realmente lejos del juzgado, la causa se demorará mucho
tiempo. Y la sociedad reclama Justicia ya mismo, agrega el juez, no sin
razón.
La causa avanza y es elevada a Juicio Oral. Los jueces de la Cámara
de Apelaciones y los de la Cámara de Casación comparten el criterio del
juez que investiga. El reclamo de justicia de la sociedad por los 50
muertos no puede esperar que se pidan los 50 certificados. En todo caso,
que los pidan durante el juicio oral.
En la previa del juicio oral, la defensa de Cosme Fulanito pide
nuevamente que le dejen certificar si los 50 muertos están realmente
muertos. Y otra vez el tribunal dice que demostrar que si los supuestos
muertos están vivos llevará mucho tiempo. Y que el juicio hay que
hacerlo lo más rápido posible. Así que deniegan esa certificación.
Mientras tanto aparece un testigo arrepentido que cuenta en otro
programa de TV cómo fue parte del asesinato de las 50 personas y dice
que hasta apretó alguna vez el gatillo. Explica que no tiene pruebas,
pero tampoco tiene dudas de que Cosme Fulanito asesinó a esas 50
personas. Porque incluso él mismo ayudó a matarlos.
Un tiempo después aparecen los abogados del testigo arrepentido y
cuentan cómo fue que el señor arreglo su declaración para acusar a Cosme
Fulanito. Y que así logro quedar en libertad por delitos que sí había
cometido. Supongo que se trata de un testigo tan arrepentido como
desesperado. De hecho, hasta declaran que una abogada le enseñó al
testigo algunas técnicas de asesinato que el señor desconocía. Para que
pueda contar algo mínimamente verosímil.
Además el Estado se constituye como representante de los 50 muertos. Y
le reclama a Cosme Fulanito una verdadera fortuna en carácter de
indemnización. La tremenda coincidencia es que el Estado le reclama al
tribunal que produzca la misma prueba que había pedido la defensa de
Cosme Fulanito. Que se certifique que las 50 personas están muertas.
Leyendo esta historia todos me dirán, acertadamente, que es una
locura hacer un juicio por homicidio sin certificar si las personas
están vivas o muertas. Es tan disparate como someter a alguien a un
juicio por la realización de obras, sin auditar esas obras. Y hace unos
días acá en Palermo, en Recoleta y en Belgrano, escuché unas pocas
cacerolas batiéndose para que ese juicio se haga igual.
Porque teniendo el odio, ¿quién necesita las pruebas?
La Corte Suprema recibió una serie de recursos de la defensa de Cosme
Fulanito, donde le plantearon que don Cosme estaba por ser sometido a
juicio sin que hubiera podido siquiera certificar si las personas de
cuyo asesinato es acusado, estaban vivas o muertas. Porque no le habían
dejado producir nada de la prueba. La Corte Suprema dijo: “Caramba, qué
cosa rara” y pidió los expedientes. Y entonces vino la furia. Los
titulares de los diarios gritaban: “Buscan la impunidad de Cosme
Fulanito”.
Pero el origen real de la furia –y también de la preocupación— no era
la opinión de los que están convencidos que Cosme Fulanito es un
asesino. Porque los procesos judiciales son cuestiones de hechos, leyes y
pruebas. No de fe ni de convencimiento. Y en el caso de Cosme Fulanito,
lo que no hay es precisamente pruebas. Los que con toda discreción
pusieron el grito en el cielo fueron los jueces y fiscales que habían
permitido el avance de esa causa sin permitir prueba ni defensa. Aunque
era una parte de la sociedad la que clamaba que el juicio se haga igual,
por debajo de la mesa y a media luz, eran los jueces y fiscales los que
le decían a la Corte Suprema que si controlaba el proceso llevado
contra Cosme Fulanito, estarían todos en problemas. Reales problemas.
Y hay que señalar que la Corte Suprema ha venido haciéndose la
distraída durante tres años y medio sobre los muchos juicios por
homicidio donde los muertos gozan de buena salud. Pero supongo que como
Cosme Fulanito mide bien en las encuestas, de repente la Corte Suprema
despertó un poquito de su larga, casi interminable siesta. Que se parece
a la del fauno, pero mucho menos divertida.
Eso es lo que pasó, ni más ni menos. La causa de las obras de
Vialidad Nacional ha sido mal investigada. Por jueces y fiscales que han
hecho un trabajo pésimo. Pero no parece haber sido un error. Quisieron
hacer mal su trabajo. Porque desde diciembre de 2015 a esta fecha, han
trabajado con ahínco en perseguir a Cristina Fernández de Kirchner y no
en comprobar y mucho menos probar si es culpable.
Y como le pasa a Cosme Fulanito, ningunas de las instancias
superiores que deben controlar cómo actúan los jueces de instrucción
controló nada. De hecho, y entre nos, creo que colaboraron fuertemente
para que esa persecución sucediese. E hicieron invaluables e
inconfesables aportes.
Hicieron todo eso con la anuencia silenciosa y dormida de la Corte.
Que dejó que sucediese. Y que tampoco controló nada. Hasta hace unos
días. Cuando intentó avisar que se había despertado.
La causa de Vialidad incluye más de 50 obras diferentes. Solo hay un
informe hecho por Iguacel, cuando era director de Vialidad en 2016. En
ese informe que sólo alcanzó a 5 obras de las totales investigadas, no
aparecieron sobreprecios. Pero lo más relevante es que el informe
presentado por Iguacel dice textualmente que en las sólo 5 obras
auditadas “no se observan deficiencias constructivas de relevancia, como
así tampoco tareas que hayan sido certificadas sin ejecutarse, salvo en
algunos casos puntuales, que fueron detallados en cada obra”. Y agrega:
“Los desajustes de certificación de obras observados no se consideran
relevantes en relación a la magnitud de las respectivas obras”.
En pocas palabras, más allá de una serie de irregularidades
administrativas, que sin duda debieron haber sido investigadas, no
aparece a ciencia cierta que existan obras que fuesen certificadas sin
haber sido realizadas; y las que fueron hechas, están bien hechas. Es
como si a Cosme Fulanito le hubiesen certificado que las personas que
supuestamente estaban muertas, en realidad están vivas. Tal vez eso
merezca otra investigación, digamos que Cosme Fulanito no los mató, pero
les gritó y los trató mal. Pero homicidio no es el delito por el cual
acusar a Cosme. Ni estas obras de Vialidad han sido pagadas sin haber
sido construidas. Porque, como lo vio el mismo Iguacel, hechas están.
El Poder Judicial no ha permitido que la defensa de Cristina
Fernández proponga nuevas pruebas, o nuevas auditorías sobre la
totalidad de las obras. Menos aún ha permitido que se comparen los
precios de estas obras con los precios y tiempos de ejecución de otras
obras efectuadas por otras empresas. Así como a Cosme Fulanito lo acusan
de homicidio porque una de sus supuestas víctimas dejó de ir a su café
habitual sin dejarle probar si por casualidad va a otro café, así mismo
pretenden juzgar a Cristina Fernández por la causa Vialidad. Así de
ridículo, y así de real.
Y no quiero dejar de contar que uno de los testigos estrella es
Leonardo Fariña. Que está siendo investigado en otro juzgado por haber
mentido. Una abogada ha declarado que fue ella la que le explicó lo
mínimo de obra pública que necesitaba saber para declarar. No en
cualquier causa. En esta causa. La de Vialidad.
Pero no quiero dejar de señalar una curiosa cuestión. Vialidad no
solo hizo una denuncia penal. Inicio además una acción civil contra
Cristina Fernández. Y en esa acción civil para poder probar el daño
reclama la siguiente medida de prueba: “Copia de los Convenios
celebrados por la DNV con todas las Provincias (período 2004-2015) para
la ejecución de obras en todas las Provincias y montos ejecutados».
Algo similar a lo pedido por la defensa de Cristina Fernández. Porque
curiosamente, tanto el acusador como la acusada coinciden en un punto:
no se puede probar nada si no se compara con el resto de las obras
ejecutadas. Y yo me pregunto entonces, ¿sobreprecios en relación a qué?
Podría seguir contando lo absurdo de esta causa, pero me tengo que ir
a Ferro a un acto. Pero sí quiero contar esto. Hace muchos años yo era
la abogada de Héctor Timerman en una causa donde lo acusaban de haber
hecho un acuerdo espurio con los iraníes para garantizarles impunidad
por AMIA. Durante el período en que se firmó ese acuerdo, quien buscaba
que los iraníes pudieran declarar ante el juez argentino que investiga
AMIA era el secretario general de Interpol, Ronald Noble. Que cuando se
enteró de la acusación contra Cristina Fernández y Héctor Timerman salió
rápidamente a desmentirla y se ofreció a declarar. Hasta la fecha, el
Poder Judicial no llamó a declarar a Noble, que es un testigo clave. Aun
sin su declaración, elevaron la causa a juicio oral. Sin pruebas. Y
Héctor Timerman se murió acusado de una causa absurda, sin que este
Poder Judicial le reconociera derecho a defensa.
Yo no soy juez y no puedo afirmar la culpabilidad o la inocencia de
nadie. Ni la de Cosme Fulanito. Pero puedo afirmar que sin pruebas no se
puede juzgar. Y si se juzga sin pruebas, es un juicio aparente que se
hace para dar aspecto de legalidad a lo que es por completo ilegal.
El derecho a defensa claramente incluye la posibilidad de probar lo
que decís. Sin prueba no hay defensa posible. Sin defensa posible no hay
proceso legal válido. Sin proceso legal válido no hay Justicia. Y sin
Justicia, todo lo que hay es horrible.
Por la Dra Graciana Peñafort, el cohete a la luna
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